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Inventos revolucionarios ideado por mujeres


A lo largo de la historia, muchas de las mujeres que han contribuido al progreso en diferentes ámbitos han caído en el olvido. Por eso, en el Día Internacional de la Mujer queremos repasar los inventos de algunas pioneras que concibieron innovadoras creaciones muy presentes en nuestro hogar hoy en día.

El primer hogar climatizado con energía solar

Mária Telkes era una científica de origen húngaro que trabajaba en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) a mediados del siglo XX. Telkers investigaba las propiedades de los materiales que cambiaban su estado según la temperatura, lo que le llevó a trabajar en procesos innovadores para la captura de la energía a través de distintos materiales.

Gracias a ello, esta investigadora dotó a un hogar, bautizado como la Dover Sun House y diseñado por la arquitecta Eleanor Raymond, con colectores solares térmicos: era la única casa existente calentada únicamente con energía solar según el MIT. Construida en 1948, contaba con una serie de paneles de vidrio y metal que calentaban el aire utilizando la luz del sol. Ese aire era después conducido hasta contenedores de almacenamiento aislados que contenían sulfato de sodio decahidratado. Este almacenaba el calor los días soleados fundiéndose y se recristalizaba en los días fríos liberándolo. Un primo de Telkes llegó a vivir en la casa durante unos años, aunque el sistema acabó fallando.

Lavadoras y lavavajillas

Las mujeres han dado con numerosas e ingeniosas soluciones para innovar en las tareas domésticas a lo largo de la historia. En 1859, Elizabeth Merrel, una trabajadora del sector metalúrgico británico, creó la primera máquina de lavar eléctrica según la Organización Internacional de la Propiedad Intelectual (WIPO por sus siglas en inglés). Sin embargo, ha sido Alva John Fisher el que ha pasado a la historia como padre de dicho invento.

En 1890, casi una década antes de que Fisher creara su modelo de lavadora, una española llamada Elia Garci-Lara inscribió “un lavadero mecánico para ropa de uso” en la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM).

El diseño consistía en un sistema que clasificaba la ropa según su género y suciedad, la enjabonaba, aclaraba y después escurría mediante un “hidro-extractor centrífugo”. Por último, la máquina planchaba y plegaba la ropa cuando estuviera seca. Un modelo avanzado para la época pero que no llegó a imponerse.

El electrodoméstico que sí triunfó, por ser mucho más sofisticado y completo que sus versiones anteriores, fue el lavaplatos de Josephine Cochrane, patentado en 1886 en Estados Unidos.

Proveniente de una familia acomodada, Cochrane se vio en la quiebra cuando murió su marido. Tirando de ingenio, dispuso en una caldera de cobre una serie de compartimentos para colocar los platos que iban encajados en una rueda. Esta giraba al accionar un motor. Mientras tanto, de la caldera salía agua caliente para efectuar la limpieza. A diferencia de las patentes anteriores, el invento de Cochrane tuvo un gran éxito comercial y llegó a muchos hoteles y restaurantes, para años más tarde ser adaptado al ámbito doméstico.

De la primera programadora a la precursora del wifi

En pleno siglo XIX, la matemática británica Ada Lovelace se convirtió en la primera programadora de la historia. En 1833, conoció al matemático e inventor británico Charles Babbage, que le explicó que había construido un ordenador primigenio, una máquina analítica capaz de resolver operaciones polinómicas.

Una década después, Lovelace publicó la traducción de un artículo que describía la máquina analítica diseñada por Babbage. La matemática añadió varias notas, entre ellas una secuencia de operaciones para resolver problemas: el primer algoritmo procesado por una máquina.

Pero no solo le debemos al ingenio femenino poder disfrutar de nuestro ordenador en el trabajo o en casa, sino que además gracias a una mujer disfrutamos del sistema de conexión inalámbrica para acceder a internet desde cualquier lugar: el wifi.

Mientras labraba su carrera en la gran pantalla, Hedy Lamarr, una de las estrellas del Hollywood dorado de los años 30 y 40, dedicó su tiempo a desarrollar un sistema de comunicaciones secretas. Funcionaba con 88 frecuencias, equivalentes a las teclas del piano, y permitía saltar señales de transmisión entre las frecuencias del espectro magnético.

Lamarr y el pianista George Antheil registraron la patente, pero nunca obtuvieron un gran reconocimiento por parte del Gobierno estadounidense, pese a que en 1962 utilizaron su idea para las comunicaciones militares. Pese a ello, la idea de la actriz norteamericana fue la precursora de las comunicaciones inalámbricas que hoy utilizan los teléfonos móviles, los GPS o el wifi.

La cama plegable, el invento de una pionera afroamericana

En 1885, Sarah E. Goode se convirtió en la primera mujer afroamericana en obtener una patente de la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos. Junto a su marido, trabajaba en una tienda de muebles. Fue allí donde, escuchando las necesidades de los clientes, ideó una solución útil para ahorrar espacio en casa: una cama plegable. Para construirla, diseñó un escritorio de tapa dura del que se podía desplegar una cama completa gracias a un sistema de bisagras y muelles que nada tiene que envidiar a los muebles plegables de nuestros días.

La calefacción central de gas

En 1919, Alice H. Parker, otra inventora afroamericana, patentó un nuevo diseño de caldera. En el nuevo sistema ideado por Parker incluía un mecanismo de regulación para distribuir el calor de la caldera por distintas habitaciones de una misma casa o estructura. La patente revolucionó la forma de calentar las casas por aquel entonces, y dio lugar al conocido sistema de calefacción central, que a día de hoy sigue calentando muchos edificios modernos alrededor del mundo.

Ángela Ruiz Robles, una profesora nacida en León y que pasó la mayor parte de su vida en Galicia, presentó en 1949 en la Oficina Española de Patentes y Marcas su diseño de de Enciclopedia mecánica. Su objetivo era aligerar el peso de las mochilas de los niños y hacer más atractivo el aprendizaje, así que ideó un prototipo que se valía de un sistema mecánico de aire a presión al que se le podían cambiar unos carretes para leer diferentes libros.

Los textos e ilustraciones iban pasando por un cristal de aumento dotado de luz para leer en la oscuridad, además de incorporar sonido para las explicaciones de cada tema. Un invento que se adelantó varias décadas al actual libro electrónico que hoy tenemos en casa, pero que no encontró inversores en la España de los años 50 para fabricarse masivamente.

El invento de doña Angelita, como se la conocía, cayó en el olvido. Ahora, el Ayuntamiento de Madrid acaba de anunciar que una calle del distrito de Villaverde llevará el nombre de esta inventora.

Escaleras para salvar vidas

A finales del siglo XIX, los incendios en las grandes ciudades suponían una tragedia casi irremediable, ya que no existían apenas medidas de seguridad y la gente quedaba atrapada en sus casas.

Sin embargo, una mujer encontró una solución a este drama: propuso añadir en los edificios de Nueva York unas escaleras de rieles de metal, a bajo coste, para poder huir de la estructura en caso de incendio. Anna Connelly registró su patente en 1887, y aunque en su momento el invento no tuvo éxito, más adelante se convirtió en uno de los iconos del paisaje urbano de numerosas ciudades estadounidenses.




Fuente: IdealistaNews

08/03/2018

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